lunes, 8 de octubre de 2012

Sobre Daniil Jarms, OBERIU y Yelizaveta Bam



El OBERIU avanza como un nuevo destacamento del arte revolucionario de izquierda y no se limita a la temática y las cumbres de la creación artística: busca una nueva y orgánica percepción del mundo y sus objetos (…) Somos los poetas de una concepción reciente del mundo y de un arte original (…) Nuestra voluntad de crear es universal. Absorbe todos los aspectos del arte y penetra con violencia en la vida, englobándola por todas partes (…)
Extracto del Manifiesto del OBERIU


En 1928 Daniil Jarms, junto con Alexander Vvdenski, funda OBERIU (Объединение реального искусства), en español “Asociación para un Arte Real”. Se trató del último y más radical movimiento de vanguardia rusa compuesto por escritores, músicos y artistas en los años 20 y 30 del siglo pasado, agrupados contra la marginalización de los grupos de izquierdas y el declive de la cultura avant garde de Leningrado. La intensa centralización de la Cultura Soviética había comenzado. En ME LLAMAN CAPUCHINO se incluye una de las cartas de Jarms a su amigo Vvedenski:


CARTA A A. I. VVEDENSKI

Querido Aleksandr Ivánovich:

He oído decir que estás ahorrando dinero, y que ya has ahorrado treinta y cinco mil. ¿Con qué fin? ¿Para qué quieres ahorrar ese dinero? ¿Por qué no compartes lo que posees con aquellos que ni siquiera tienen unos pantalones de sobra? Al fin y al cabo, ¿qué es el dinero? Yo he estudiado esa cuestión. Tengo fotografías de los billetes de las denominaciones más comunes: de un rublo, de tres, de cuatro y hasta de cinco rublos de valor. ¡He oído decir que hay billetes cuyo valor asciende a treinta rublos! Ahora bien, ahorrarlos, ¿para qué? Yo no soy ningún coleccionista. Siempre he despreciado a los coleccionistas, esa gente que reúne sellos, plumillas, botones, relojes de bolsillo y demás. Es gente estúpida, obtusa y supersticiosa. Sé, por ejemplo, que los llamados «numismáticos» se dedican a acumular monedas y tienen la costumbre supersticiosa de ponerlas... ¿dónde dirías?... No en una mesa, ni en una caja, sino... ¡en libros! ¿Qué te parece? Pensar que ese dinero podrían cogerlo y llevarlo a una tienda a cambiarlo, no sé, por sopa (un tipo de alimento) o por mújol en salsa (otra especie de comida).

No, Aleksandr Ivánovich, tú eres una persona casi tan despierta como yo, y resulta que ahorras dinero en vez de canjearlo por otra serie de cosas. ¡Perdóname, querido Aleksandr Ivánovich, pero eso no es nada sensato! Sencillamente, te has atontado viviendo en provincias. Seguro que no tienes ni con quién hablar. Te mando mi retrato para que al menos puedas tener delante una cara razonable, cultivada, inteligente y atractiva.

Tu amigo Daniil Jarms,
«Finales de los años 30»


Las provocadoras representaciones (circenses, teatrales, poéticas) del OBERIU rápidamente adquirieron notoriedad en la escena cultural de Leningrado. Yelizaveta Bam, pieza teatral de Jarms, vaticina lo que luego será denominado Teatro del Absurdo. Ausente en ME LLAMAN CAPUCHINO, estará incluida en el nuevo trabajo sobre Daniil Jarms que Automática publicará más adelante. La heroína de la obra es una adolescente, Yelizaveta, que desde el principio es perseguida por dos figuras del orden, acusada de un crimen que jamás cometió. Yelizaveta tratará de escaparse  para evadir el castigo, pero también intenta zafarse  bromeando con sus perseguidores. Esto funciona en un primer momento, y la tensa expectación de un desenlace horrible se hace añicos en una suerte de juego circense entre los perseguidores, Yelizaveta y sus padres. Pero, a pesar de los juegos y las bromas, el propósito de los perseguidores nunca desaparece y la obra termina con la detención de Yelizaveta Bam.


YELIZAVETA BAM

(Una habitación pequeña, poco profunda y sencilla.)

1.

Yelizaveta Bam: En cualquier momento va a abrirse esa puerta y van a entrar... Van a entrar sin falta, quieren atraparme y borrarme de la faz de la tierra. ¿Qué es lo que he hecho yo? Si lo supiera al menos... ¿Y si intento escapar? Pero ¿por dónde? Esa puerta da a las escaleras, y en las escaleras me cruzaría con ellos. ¿Por la ventana? (Se asoma a la ventana.) ¡Huy, qué alto! ¡No hay forma de saltar! ¿Qué puedo hacer?... ¡Eh! ¡Unos pasos! ¡Son ellos! Voy a echar el cerrojo y no pienso abrir. Que llamen cuanto quieran.
            (Llaman a la puerta.)
            Una voz (amenazante): ¡Yelizaveta Bam, abra! (Una pausa.) ¡Yelizaveta Bam, abra!
            Una voz más lejana: ¿Qué hace que no abre?
            Una voz detrás de la puerta: Abra, Yelizaveta Bam, abra.
            (Yelizaveta Bam se echa en la cama y se tapa los oídos. Hablan dos voces detrás de la puerta.)
            Primera voz: ¡Yelizaveta Bam, le ordeno que abra de inmediato!
            Segunda voz (en voz baja): Dígale usted que, si no, echaremos la puerta abajo. Déjeme intentarlo.
            Primera voz (en voz alta): Vamos echar la puerta abajo si no abre usted ahora mismo.
            Segunda voz (en voz baja): A ver si no va a estar...
            Primera voz (en voz baja): Sí está. ¿Dónde iba a estar si no? Ha subido corriendo por las escaleras. Aquí sólo hay una puerta. (En voz alta.) Yelizaveta Bam (Yelizaveta Bam levanta la cabeza), se lo digo por última vez, abra la puerta. (Una pausa.) Derribe la puerta.
            (Con un ritmo aliterativo, intentan derribar la puerta. Yelizaveta Bam corre hasta el centro del escenario y se queda escuchando.)
            Segunda voz: ¿No tendrá usted una navaja?
            (Un golpe. Yelizaveta Bam está escuchando, con los hombros echados hacia delante.)
            Primera voz: No, pruebe con el hombro.
            Segunda voz: No hay manera. Un momento, voy a probar otra vez.
            (La puerta tiembla, pero no cede.)
            Yelizaveta Bam: No voy a abrirles hasta que me digan qué es lo que pretenden hacer conmigo.
            Primera voz: Usted ya sabe lo que le espera.
            Yelizaveta Bam: No, no lo sé. ¿Quieren ustedes matarme?
            (Hablan las dos voces a la vez.)
            Primera voz: ¡Usted se merece el peor de los castigos!
            Segunda voz: De todos modos, no podrá usted escapar.
            Yelizaveta Bam: ¿Podrían ustedes decirme de qué soy culpable?
            Primera voz: Usted ya lo sabe.
            Yelizaveta Bam: No, no lo sé. (Da una patada en el suelo.)
            Primera voz: Permita que no la creamos.
            Segunda voz: Es usted una delincuente.
            Yelizaveta Bam: ¡Ja-ja-ja-ja! Y, si ustedes me matan, ¿tendrán la conciencia tranquila?
            Primera voz: Hacemos esto según nos dicta la conciencia.
            Yelizaveta Bam: En tal caso, siento decirles que no tienen ustedes conciencia. (Atraviesa el escenario a la carrera.)
            (…)

Las representaciones lo mismo tenían lugar en teatros que en cárceles, y las actividades del OBERIU fueron tachadas de “hooliganismo literario” por la cada vez más conservadora prensa de finales de los años 20. En la década de los 30 la situación se recrudeció y sus miembros y colaboradores comenzaron a ser detenidos. Daniil Jarms acabaría sus días en un psiquiátrico durante el asedio nazi, muriendo de inanición en 1942.